El elemento fuego, vinculado al tercer chakra – Manipura – y sus órganos asociados, está estrechamente ligado al sistema digestivo. La salud digestiva no solo depende de lo que comemos, sino de cómo lo hacemos. La importancia de una digestión adecuada comienza en la boca. El hábito de masticar poco y comer rápidamente, común en nuestra sociedad, señala ansiedad y estrés, afectando la flora intestinal y causando inflamación crónica en los intestinos. Esto impacta en nuestra vitalidad, estado de ánimo y bienestar general.
En el yoga, la primera medida se expresa a través del término «tapas», que incluye la abstinencia, incluso en relación con los alimentos. Comienza con comer despacio y saboreando cada bocado. Otra acción es la práctica de ayunos cortos. El ayuno intermitente, con periodos de 14 a 16 horas sin alimentos, ha demostrado reducir la inflamación, purificar el cuerpo y aumentar la vitalidad.
La práctica de la respiración consciente, en conjunción con Prana y Apana Vayu, desempeña un papel crucial en la purificación del cuerpo. Prana Vayu, asociado con la inhalación, representa la energía ascendente que purifica y revitaliza. Mientras tanto, Apana Vayu, relacionado con la exhalación, dirige la energía hacia abajo, facilitando la eliminación de toxinas y residuos del cuerpo.
Alargar la exhalación es la primera práctica del pranayama, ya que contribuye a la limpieza del cuerpo y al funcionamiento digestivo. Para el buen funcionamiento de los órganos de la cavidad abdominal, en especial los que están debajo del diafragma necesitan el masaje que les proporciona una respiración consciente amplia y profunda, lo que es fundamental para un buen funcionamiento del sistema digestivo.
Otro fuego que debemos saber atender es el fuego de las emociones, en especial la ira, ya que su represión o exceso son causa de muchas enfermedades. La aceptación, la tolerancia y la compasión nos sirven para transmutar dicha emoción y llevarnos hacia un estado de paz. La paz es el ingrediente fundamental en toda práctica de yoga. Es el fuego del corazón que se manifiesta en una mente lúcida y un corazón amoroso.
El fuego de la mente se produce mediante la concentración intensa, según el método de Patanjali. «Domar la mente» implica tomar control del instrumento mental, mientras que la motivación ardiente nos impulsa hacia un estado mayor de unidad y armonía, un proceso que se propone mediante dharana, dhyana y samadhi.
Por último, el fuego del espíritu, la conciencia pura que precede a los pensamientos, es la fuerza creativa detrás de todo movimiento en la vida: respirar, comer, moverse, es una pulsación constante que, según los Vedas, refleja el sacrificio divino de Prayapati, el dios que crea el mundo sacrificándose en el fuego de Agni. Este principio omnipresente palpita en todo, en una constante danza de creación y destrucción.