Con este caso que presento, quiero señalar la importancia que tienen los patrones respiratorios en la salud.
Acude a la consulta una mujer de 62 años aquejada desde hace tiempo de dolores fuertes de cabeza. Es enfermera y ha tomado toda la medicación que le han prescrito, con pocos resultados y en ese momento le estaban inyectando botox en la cabeza. Comenta que ha disminuido la intensidad de los dolores.
Hace 10 años, a consecuencia de un cáncer, le extirparon la mama izquierda. Ha sufrido de estreñimiento desde joven.
Comenta que su madre falleció cuando era niña y que le tocó asumir mucha responsabilidad: “me hice mayor muy pronto”.
Lo que más me llama la atención es su caja torácica en inhalación, con los músculos del cuello muy marcados. Observo que tiene una respiración paradójica muy acentuada. Le pido que se tumbe, poniéndole una toalla enrollada debajo del cuello, y que respire con cierta amplitud. Tanto en la inhalación como en la exhalación mantiene el abdomen metido, y la zona que más mueve es la zona costal baja. El resto apenas lo mueve.
Cuando le acompaño con la mano, para aflojar la caja torácica, le aumenta el dolor de cabeza. Le pido que suspire. No le sale. Hace mucho esfuerzo, y le cuesta mucho relajar la boca. Después de varias propuestas que le generan más tensión, opto porque se ponga las manos en el abdomen y le pido que respire imaginándose que el abdomen es un globo y lo está llenando. Al principio le cuesta expandir el abdomen con la inhalación, pero poco a poco lo va consiguiendo. A los cinco minutos, le pregunto cómo se encuentra, y me comenta que el dolor de la cabeza había disminuido mucho, y que se sentía muy apegada al suelo.
Esa fue la primera sesión.
En la segunda sesión, a los quince días, me dice que descansa mejor, que ha tenido menos dolores de cabeza, pero que no sabe si es por el trabajo que estamos haciendo, o por las inyecciones de botox.
Le pido que se tumbe y empezamos con la respiración en el abdomen. Después de unos minutos, le invito a que exhale por la boca como haciendo vahos. Eso le sale bien, y permite que la caja torácica descienda un poco. Al cabo de unos minutos, le sugiero que mueva los tobillos y las muñecas.
Sentada en una silla, le pido que repita la misma respiración. Al poco tiempo, le vuelve el dolor de cabeza. Le sugiero que se ponga cómoda, y lo que hace es poner el pecho en inhalación y meter la tripa. Logra tomar conciencia de su forma de respirar y de cómo eso le genera tensión en el cuello. Le indico que en casa, recostada, haga este tipo de respiración del abdomen exhalando como haciendo vaho.
En la tercera sesión, quince días después, comenta que no ha notado muchos cambios, tan solo que duerme mejor y que hace mejor las digestiones.
En esta ocasión, añado algunos movimientos de flexión del tronco, partiendo de la posición sentada, con la finalidad de generar movilidad en el tórax. Añado movimientos muy simples para la cintura escapular.
Le propongo los suspiros respiratorios, que continúa sin poder hacerlos, pero en su intento conecta con alguna emoción, ya que el mentón le empieza a temblar y mueve y aprieta las manos y respira con más rapidez. No se permite llorar. Cuando se tranquiliza, hablamos un poco.
Le comento que siga con las respiraciones, intentando hacerlas de manera muy relajada.
Después de dos meses, me llama diciéndome que me agradece lo que le he enseñado y que ha comprendido que es un tema no tanto de neurólogos, como de fisioterapia y que está con uno en el hospital. Que más adelante me volverá a llamar.
Hay personas que vienen con una intención, pero cuando se encuentran con aspectos que no quieren, o no pueden, explorar o conectar, dejan el proceso, o siguen otros caminos. Nunca se sabe.
Espero que este caso os sea ilustrativo.
