Este escrito ha surgido después de uno de los seminarios de la formación Manos para Sanar
El primer encuentro tiene como consigna el código del sentir. Recuperar un lenguaje que nace y finaliza en el corazón y en los silencios.
En los silencios nace el abrazo, la mirada clara, la ternura, en los silencios el gesto se vuelve elocuente y el corazón llega donde no llegan las palabras.
Con las primeras prácticas, nace un sentimiento de estar en buenas manos, y el que unas horas antes era un desconocido, ahora después de estrechar su mano, de abrazarle empiezo a saber tanto de él, de ella, que tan solo es comparable a lo que conozco del agua que fluye. Hay río, pero el agua es solo una continuidad, un flujo en cambio…. y es así como te voy conociendo, tan solo sintiendo.
Con el encuentro silencioso del gesto aparece mi ruido, en lo desconocido me encuentro con mis prejuicios, en la caricia con las cicatrices, pero no importa, soy tan escuchado, tan aceptado, tan de corazón, que puedo volar dentro de mi piel con todos los colores de la piel del mundo.
Se abre un espacio para recuperar, recordar y aprender un lenguaje ancestral, las manos para sanar, en una medicina con corazón donde los mejores medicamentos son los pensamientos y la imaginación creativa.
Te hablo con las manos, te miro con las manos, te oigo con las manos y las manos buscan allí donde hay mayor resonancia entre los dos, allí donde no hay emisor y receptor, ni hacedor ni pasivo, en esa frontera donde se establece un flujo que nos invita a la danza fluida mutua.
Un uno siente ¡tanto bien! Que crece un contentamiento interior, que derrite los tensiones y permite que reluzca la joya que cada uno Es.
Las técnicas se revisten de ciencia y la ciencia se cualifica con el aroma de nuestra presencia, es un lenguaje que nos enseña a estar presentes, a implicarnos para expresarnos con creatividad.
Es un lenguaje que desarrolla la intuición, que nace del interior y que te sacude, ya que te conmueve, nos mueve hacia el otro y el otro revela lo que en cada uno hay del otro. Nos completamos cuando reconocemos la parte que hay del otro en uno.
De la quietud crecen las brisas, la profundidad de los huesos emerge cerca de la piel., las miradas no se esquivan, todos somos poetas de la vida, escultores que quitan lo que sobra para revelar la belleza, espejos donde uno se ve, desnudos de inocencia primaria, ¡cuanto universo contiene mi piel!
No hay células, hay historias con muchos aromas.
Victor Morera Siscar