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Caso práctico: respiración paradójica

Por Víctor Morera
Yogaterapeuta, fundador de Pranamanasyoga.

Hace un tiempo en Valencia acudió una profesora de yoga de unos 52 años de edad, alta, de constitución delgada y fuerte. Tenía muchos años de práctica y de profesión. Tenía un centro de yoga y en aquella época daba muchas clases a la semana, básicamente de hatha yoga, muy dinámico. Acudió porque desde hacía unos años tenía dolores en la zona lumbar y problemas digestivos, lo cuales se le habían agravado con una reciente ruptura emocional con su pareja y los conflictos con su hijo adolescente.

A los profesores de yoga, les pido que hagan su práctica para poder observar cómo la realizan. Lo que más recuerdo de esta persona era que tenía una respiración paradójica, metía el abdomen en la inhalación y lo sacaba en la exhalación, con un gesto somático de anteversión de la pelvis al iniciar el movimiento de casi todos los asanas.

Al finalizar, le sugiero que se tumbe, que se ponga las manos en el abdomen y que observe lo que sucede cuando respira. Me pregunta como quiero que lo haga, si de abajo arriba, o a la inversa. Le digo que solamente haga una respiración consciente y amplia. Después de unos minutos, le pregunto que ha observado, y me contesta que siente que le falta expandir el pecho, (tenía el pecho inspiración).

Le ayudo a detectar su respiración paradójica, se da cuenta rápidamente, pero al intentar corregirla lo hace con mucha tensión.

Al finalizar me preguntó qué podría hacer. Le sugerí que dejase de hacer hatha yoga, y que dirigiera las clases con la voz. Como práctica le indiqué que se tumbara, o recostara, y que hiciera respiraciones suspiradas con las manos en el pecho, tal y como le había mostrado brevemente durante la sesión.

A veces la no acción es la acción más saludable. Saber cuándo hay que hacer y qué hacer es una reflexión necesaria para esta cultura de hacedores y manipuladores. Es muy habitual que me pregunten ante un problema de salud ¿qué puedo hacer? Y algunas veces lo más armónico es parar y reflexionar si lo que se hace es saludable y adecuado para mí en esos momentos. Descansar y volver al tiempo sosegado de la pausa, para poder conectar con otros aspectos, en este caso, con las emociones.

Como yogaterapeutas no caigamos en el ruido del hacedor y de complicar las cosas, busquemos la sencillez armónica con el momento de las personas. La pausa y la paciencia son potentes herramientas terapéuticas para estos tiempos en los que “sacamos la lengua porque no llegamos a tiempo”. Esta prisa interior, es uno de los síntomas más frecuentes que está en el origen de muchas enfermedades.

PD
A los 15 días volvió, me comentó que lo estaba pasando muy mal, que había tenido mucha angustia y llorado mucho, y que eso le aliviaba el dolor de espalda. Las digestiones habían mejorado un poco, pero las seguía teniendo pesadas y algunos días con dolor.

Nos seguimos viendo durante unos meses, hasta que pudo hacer los asanas sin que se activaran los gestos somáticos. En la medida que la práctica le conectaba con sus sentimientos y tensiones emocionales, mejoraron sus digestiones y se le paso el dolor lumbar.