“Un movimiento corporal es un pensamiento que se exterioriza y un pensamiento es un movimiento que se interioriza.”
Esta frase, que un día le oí decir a Jorge Carvajal, me ha sido de gran inspiración para enfocar mi práctica de Hatha Yoga y, como fruto de esto, la dirección que ha ido tomando durante estos años la formación en yoga terapéutico que dirijo.
Las propuestas de prácticas que ofrecemos a las personas tienen como intención trabajar en esa dirección-intención y parten de esta visión, de que el movimiento del cuerpo es un movimiento de la mente que se exterioriza.
Proponemos entonces movimientos y ritmos que permitan:
- Estirar la mente hasta crear un espacio interior de paz, dónde aceptar los opuestos como parte del todo.
- Flexibilizar las ideas y creencias para que éstas sean constructivas con las ideas y creencias de los demás, sin perder las convicciones íntimas.
- Fortalecer el corazón para que uno sea capaz de aceptarse y amarse.
- Darle movimiento a las articulaciones: amor, sabiduría y libertad, para crear una cotidianidad más íntegra y armoniosa.
La práctica tiene que contener los elementos que ayuden a no juzgarse y a no juzgar a los demás, a ser consciente cuando se aprieta la mandíbula, cuando suben los hombros, se encoge la tripa, etc. Y, sobre todo, tiene que tener un perfume que recuerde el sentido sagrado de la Vida.
Y sus efectos se constatan no solo porque hayan disminuido o desaparecido los síntomas, sino por los cambios que la práctica constante opera en las relaciones personales: un día uno simplemente deja de pelearse con sus padres y se perdona, hay más honestidad con uno mismo, más verdad en las relaciones, cambian los hábitos…
Esto es el corazón de la yogaterapia y esa es la intención que subyace a nuestro trabajo en cada encuentro de la formación, como el sonido del mar siempre presente, para que compongamos con el cuerpo, la respiración, el gesto, el canto esa música que desde el Alma nos vaya sanando.
Victor Morera