Hay una doble acción que implica la práctica sincera del yoga:
• por una parte diluir, evitar, purificar los hábitos estresantes,
• y por otra cultivar de forma activa las emociones que nos abren, la alegría, el servicio, y el amor.
Para ello la practica debe poner a flor de piel las programaciones inconscientes que nos limitan y boicotean nuestros propósitos. Esto requiere, como señalaba Aurobindo, tres ingredientes: voluntad, fe, y sentido del humor.
La actitud adecuada no es mediante la escisión de una parte, sino integrar los opuestos como fuerzas nacidas de una misma unidad consciente que se revela, o “se oculta”, en la multiplicidad de la naturaleza, en sus contrarios y oponentes.
La práctica sincera y constante nos abre espacios de paz, amor y libertad, cuya más alta expresión es el servicio. La acción desinteresada y ofrecida a lo Divino que mora en cada ser humano, en todo ser vivo, en cada grano de arena.
Víctor Morera