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Las dos miradas del yogaterapeuta

por Victor Morera

En la observación corporal en el contexto del yoga, un terapeuta o un profesor tiene que entrenar conscientemente una mirada doble: una que es más analítica, donde se observan los pequeños detalles anatómicos y posturales, y otra, más analógica, donde se aprecia  la cualidad energética, cómo se realiza la  práctica, la armonía de los movimientos, etc.

Facilitar, en lugar de corregir

Antes de una corrección o una indicación dada al alumno, el profesor debería tener más o menos claro una cosa ¿Cómo lo haría él?¿Cuál sería su manera de realizar «bien» esa postura o ese movimiento? De estas preguntas surge la respuesta empática y respetuosa hacia el alumno y las indicaciones para hacerle tomar conciencia de las tensiones o desviaciones. En este sentido el comentario no se convierte en una corrección desde fuera, sino en una facilitación para que sea el propio alumno que encuentre su forma de llegar a la corrección.

Si yo digo que esa postura no es correcta o armónica es que sé cuál es la postura correcta desde el punto de vista postural-anatómico. Es más, entiendo e intuyo las razones por las que lo hace de esa manera. Y así me convierto en un facilitador. Para ello tengo que partir de un conocimiento previo del alumno. Conocer lo básico sobre su actividad laboral, si ha tenido traumatismos o si practica algún tipo de deporte es importante, sin este conocimiento nuestras conclusiones sobre lo que observamos carecen de fundamentos.

Uno se mueve como piensa

Hay una forma de moverse y una actitud detrás de cada movimiento. Hay una forma de relacionarse con el cuerpo. Todo eso está implícito en la forma en que cada alumno realiza las prácticas de yoga. Y digo implícito porque considero que uno se mueve como piensa, según la imagen corporal que tiene de sí mismo y según sus hábitos. De todo esto sale “lo que nos mueve» y «cómo nos mueve”. Observamos la postura como la manifestación de la música que uno evoca en ese momento y como la música de nuestra historia personal.

El juego de las dos miradas

Hay que tener una mirada analítica y periférica. Una mirada que ve la globalidad, que se deja impregnar y una mirada que analiza desde el punto de vista más postural, más anatómico, más mecánico. Porque si sólo está el análisis, no se percibe la música. Si solo se escucha la música, se pierden los pequeños detalles que muchas veces son la clave.

Hay que jugar con esas dos miradas, dejarse sentir, pero que sea sentir con conciencia, para que surja una mirada interior y unitaria que englobe las dos.