Por Víctor Morera
Arjuna abatido y descorazonado dialoga con Krishna, la Divinidad interior. Y en este diálogo adquiere el conocimiento del total desapego, tanto de los resultados, como de la propia acción. Todo, la acción, las causas y el resultado de las mismas están en manos de lo Divino. Arjuna comprende que no se pude atribuir nada y sin embargo no puede dejar de cumplir con su deber, que en este caso, como guerrero, es luchar.
La caída de Arjuna supone un regreso hacia la acción interior. El bienhechor es el que se conquista a sí mismo y usa lo conquistado afuera para generar armonía en sus relaciones cotidianas. Percibe la necesidad real y se da cuenta y es consciente de lo que es útil y positivo en cada situación. La fuerza de este arquetipo es la acción desinteresada; el que olvida el trabajo realizado y no espera ser recompensado.
No es una cuestión de esfuerzo, ya que eso genera tensión, la cual es signo de que lo hace por una recompensa psicológica o social, buscando reconocimiento, importancia personal o, llevándolo al extremo, se convierte en un mártir.
“Los dadores profesionales” adoptan una actitud paternalista o maternalista para manipular y generar en las personas un sentimiento de culpabilidad. Prometen quimeras de oro, mientras van dejando dependencia y sumisión. Su supuesto dar, en realidad, es un comercio emocional y psicológico.
El mejor remedio es la alegría y el humor. La alegría evita que las relaciones sean tensas, que la acción de ayudar alimente la importancia personal. El humor evita la seriedad y nos conecta con la humildad. ¡Hay que reírse de uno mismo!
Si tomamos como referencia los centros de energía, podemos establecer la siguiente analogía. Asociamos el arquetipo del guerrero al tercer centro y el del bienhechor al cuarto centro.
El guerrero quiere conquistar el mundo exterior y el bienhechor el mundo interior. El guerreo se pregunta ¿qué me puede ofrecer el mundo para mi propio provecho? El bienhechor se pregunta ¿qué puedo yo ofrecer al mundo? No como salvadores de la humanidad, sino como responsables de las consecuencias de nuestras relaciones, que en este arquetipo son las acciones que generan armonía y utilidad, empezando por la familia, los amigos y la comunidad. El bienhechor es como el aguador que vierte el agua allí donde hay sed o sequedad y deja que las cosas sucedan.
El bienhechor es el que tiene la capacidad de responder poniendo su corazón en todas las situaciones, no con esfuerzo, sino con la alegría de servir.
Este es un arquetipo que nos acerca hacia la impersonalidad, el agua que se vierte nace de la fuente del corazón y su canto es la voz del Ser.
Me viene a la memoria el poema de Rabindranath Tagore
Dormía y soñaba que la vida era alegría,
desperté y vi que la vida era servicio,
serví y vi que el servicio era alegría.