Recordemos que los arquetipos son territorios de la conciencia. La lección que aprendemos con los dos primeros arquetipos, el inocente y el huérfano es la seguridad, seguridad que no depende de lo externo, sino que se ha generado con lo que hemos aprendido del inocente, que es la confianza y con lo que hemos aprendido del huérfano, que es la prudencia.
Confianza + Prudencia = Seguridad.
Ese es nuestro punto de partida, para iniciar el viaje, salir de casa y buscar el sentido de la vida. Anhelamos lo que creemos que nos puede ofrecer el mundo. Una exploración del mundo que se nos hace excitante, novedosa, que nos hace sentir muy vivos, con pasión e ilusión. Viajamos, para conocer otras culturas, a otras personas; estudiamos para comprender las ciencias y artes de la vida, las sociedades y también comprender lo que somos. Buscamos nuestra identidad, que en un principio es externa, nos identificamos con ideologías, profesiones, grupos y clases sociales.
En este “viaje”, mirándonos y confrontándonos con -lo de fuera- vamos construyendo nuestra identidad, configurando nuestro carácter. Pero lo de fuera hace referencia a lo de dentro y produce fricción, malestar, y según el desarrollo más o menos sano de los primeros arquetipos, el inocente y el huérfano, afloraran aspectos de la sombra en forma de comportamientos y síntomas. La búsqueda de metas imposibles, el exceso de proyección hacia los demás, nuestras propias tensiones, la búsqueda constante de protagonismo, el perfeccionismo, la dispersión y la confusión son algunos de estos síntomas.
Muchos ponen el yoga como puente para reconciliar el mundo de fuera con nuestro mundo interior.
Empezamos a entender que nuestra relación con el mundo depende de nuestro estado de conciencia, y esto nos hace buscar una mayor autonomía, y nos damos cuenta de nuestras dependencias y comprendemos que las relaciones sanas están basadas en la interdependencia.
Comento algunas de las confusiones más habituales del “buscador espiritual” de nuestros tiempos.
Una muy habitual en los buscadores espirituales, es la dispersión, fruto muchas veces de confundir la emocionalidad con la espiritualidad, confusión que nos lleva a buscar constantemente lo nuevo y excitante. Probamos muchas cosas, pero no nos comprometemos con nada, ya que asumir responsabilidades nos conecta con nosotros, que es justo lo que queremos evitar, lo cual es una paradoja, porque el principal obstáculo para alcanzar la comprensión es anhelar lo que nos gusta y nos proporciona satisfacciones, usando métodos agradables. Salir de esta confusión es esencial para lograr conocimiento.
En el yoga el conocimiento solo se adquiere con la práctica constante, práctica que debe incluir en su corazón el esfuerzo en la aplicación cotidiana de los yamas y niyamas. La observación de estas normas éticas, que en primer lugar nos sirven para confrontar, reconocer y no temer a nuestra sombra, para poder “sanarla”, es según mi experiencia el principal esfuerzo que debemos hacer para construir un buen carácter, que es la base de nuestro desarrollo espiritual.
Otra de las confusiones, ya insinuada antes, es la creencia de que la información es conocimiento. Nos volvemos adictos a comprar libros y a no leer muchos de ellos, o leerlos y no aplicar lo leído, o reflexionar sobre ello, o subrayar solo aquello que confirma lo que ya sabemos y creemos. O nos volvemos adictos a consumir seminarios, formaciones, algo nuevo, que nos ilusione, que alimente nuestras propias expectativas y que refuercen nuestras ideas preconcebidas. ¿Proporciona esto conocimiento?
El estudio, la reflexión, la escucha de voces autorizadas, el debate, son esenciales para ampliar nuestro conocimiento, que no será completo si no lo llevamos a la práctica de manera deliberada en nuestras relaciones, que son las que van a hacer de espejo de nuestra salud.
Es muy habitual que abandonemos el hogar familiar por conflictos. Como dice Julián Peragón: “uno puede tener casa, pero no hogar”. Salimos rebotados, con rebeldía, sin sentirnos comprendidos, aceptados, en eternas discusiones, amenazas y castigos. ¿Qué suele pasar si vamos por el mundo con esta mochila? ¿Qué pasa cuando hemos tenido un padre autoritario y poco cariñoso? Lo más habitual es que tengamos un conflicto con la autoridad y una imagen de nosotros mismos de desvalorización, con lo cual nos acercamos al mundo buscando la aprobación y el reconocimiento de los demás, nos esforzaremos en agradar y al mismo tiempo evitar el conflicto, esperando con ello obtener una recompensa.
Aquellos aspectos en nuestras relaciones que de manera inconsciente nos recuerden a la autoridad los consideraremos negativos, tendremos problemas para establecer límites, nos dejaremos invadir y seremos fácilmente manipulables. Boicotearemos nuestros propios proyectos, porque para poder llevarlos a cabo necesitamos ser constantes, perseverantes, establecer límites y asumir responsabilidades, actitudes que asociaremos con la autoridad y por tanto consideraremos negativas. Es por ello, que, siguiendo la ley de que no hacemos nada que consideremos negativo, buscaremos excusas y abandonaremos el proyecto.
Estas son algunas de las confusiones o sombras de este arquetipo, que os invito a explorar para ir tomando conciencia del tipo de “buscador” que somos.