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los arquetipos del inconsciente colectivo: el inocente

Hay muchos mitos sobre héroes que en sus viajes pasan por diferentes pruebas en las que se tienen que enfrentar a fuerzas inconscientes de su propia naturaleza. Los relatos cuentan sus caídas y su dominio sobre estas fuerzas arquetípicas: orgullo, vanidad, grandeza, celos, codicia o pereza, entre otras.

El viaje suele aparecer después de una crisis, de un conflicto entre las fuerzas inconscientes del psiquismo y el alma. Entre lo humano y lo divino.  Las pruebas suponen la posibilidad de ir dominando las ataduras, los condicionamientos del inconsciente transpersonal, para encontrarnos con nuestra libertad y ser esencial. 

Los arquetipos del inconsciente colectivo son fuerzas presentes en nuestras vidas, que suponen en cada uno de nosotros el viaje del héroe interior. Todos transitamos  por estos territorios de la conciencia, ya que son fuerzas presentes en toda la humanidad. 

Lo importante de cualquier viaje son los actos que realizamos, ya que cada prueba nos exige una acción, la cual supone un aprendizaje hacia la propia toma de conciencia. Como todo viaje de autodescubrimiento, se trata de ir dándonos cuenta de nuestra propia sombra, que normalmente proyectamos fuera de nosotros. Son los impulsos y reacciones que más nos molestan, irritan y deprimen en nuestras relaciones. 

Por eso es importante conocer los arquetipos, que voy a exponer cada mes, siguiendo el mapa que aprendí de Jorge Carvajal en el contexto de Sintergética. 

El conocimiento y reflexión sobre los arquetipos es muy útil para entender los comportamientos de nuestros alumnos, ya que así les podremos sugerir imágenes, pensamientos semillas o meditaciones que ofrezcan una salida sana y positiva, es decir para aprender la lección que cada arquetipo representa.

La pretensión es que sirva de reflexión y de luz para entender nuestras pulsaciones más reactivas en nuestras relaciones. 

EL INOCENTE

Este arquetipo se manifiesta en la primera etapa de la vida, cuando nos sentimos en el paraíso, donde nuestros padres nos nutren y protegen. Un territorio de seguridad.

Aparece la primera crisis, que es la pérdida del paraíso, que ocurre, por ejemplo, cuando siendo el primogénito, nace otro hermano y dejamos de ser el centro de atención, sentimos que el paraíso tiene sus límites y con ello tenemos sensación de abandono. Nos sentimos huérfanos, que es el segundo arquetipo y que está muy relacionado con el del Inocente.

Siendo conscientes de los comportamientos que se generan con este arquetipo, podremos generar confianza interna, lo cual nos dará seguridad, que no será tan solo una seguridad exclusivamente externa, sino que empezamos a aceptar la incertidumbre, el sentido de nuestros límites y nos hacemos más prudentes. Estos limites son el punto de partida para poder expandirlos en el desarrollo de un buen carácter. 

Cuando no somos conscientes del arquetipo, se genera una tendencia regresiva hacia la melancolía del paraíso perdido, un deseo de volver al mismo y se sustituyen los padres por ciertas adicciones y comportamientos, como el alcohol, la heroína, la adicción a los dulces. Sentimos un vacío interior y víctimas. Una víctima es un inocente que se ha negado aprender a construirse por dentro, a reconocer sus propios límites. 

Este arquetipo genera una gran dependencia de los demás, por el temor a ser abandonado. Se deja manipular fácilmente, porque proyecta en los demás su propia inseguridad y les da el poder si con ello consigue sentirse protegido, atendido y reconocido. 

Esa falsa identidad genera la necesidad de pertenencia gregaria, de negación de la  propia autoridad, en la que se puede sentir a salvo, encontrando en el grupo la posibilidad de ser rescatado. Son inocentes que atraen o generan verdugos. 

La víctima es especialista en buscar culpables siempre fuera, en instalarse en la queja, intentando no asumir sus propias responsabilidades. Son personas que evitan el conflicto y cuando sienten presión o se enfadan y “pegan el portazo”, quieren quedarse en soledad y sienten,  o se dicen que no necesitan a nadie. Durante ese proceso, una manera habitual de desconectar del dolor es mediante la fantasía y la ensoñación. Para salir del arquetipo, es importante aprender a expresar las necesidades y emociones y dejar la creencia profunda de que sus demandas nunca se cumplirán. 

Las víctimas quieren llamar siempre la atención y para ello “construyen un cuerpo de dolor”, para servirse de él y justificar su victimismo, el cual constituye un gran obstáculo en su evolución. 

Su principal mecanismo de defensa es eludir y negar los problemas.

La salida sana es la confianza, enfrentarse al miedo a la soledad y al vacío interior, que es la forma de desarrollar creatividad y sensibilidad y la manera de conectar con el corazón y el amor.

En general el Karma yoga sería el más recomendado para las personas que están transitando o ancladas en este arquetipo. La acción desinteresada y ser sensibles a las necesidades de los otros es sin lugar a duda una manera de “superar la prueba” de este arquetipo.

Algunas estrategias en las prácticas del yoga terapéutico.

Son aconsejables las prácticas dinámicas y con indicaciones muy claras y precisas en cuanto al movimiento y a las posturas. Insistir en los pequeños detalles y en el justo esfuerzo, para evitar la comodidad.

En cuanto a la respiración son recomendables los ritmos que igualen la inhalación y la exhalación (sama vritti).

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