Por Víctor Morera
Yogaterapeuta, fundador de Pranamanasyoga.
Cuando alguien me pregunta sobre problemas articulares, ya sea un problema de hombro, rodilla, o vertebral, mi contestación casi siempre va en sentido de que trato con personas, no con un hombro, y que cuando hay una parte enferma es el conjunto el que ha perdido la armonía, es decir al conjunto de fascias.
Por otra parte, ya que cada uno de nosotros tenemos un historial, un tipo de actividad laboral o edad diferente, y que cada persona tiene una manera de vivirse, de percibirse, con una conciencia corporal distinta, no puede haber recetas, tan solo indicaciones precisas de gestos y posturas no recomendadas en un momento dado, indicaciones que variaran con cada persona y en cada fase del trabajo.
Este artículo pretende, desde la premisa de la necesidad individual ante un problema físico articular, dar unas nociones orientativas sobre el trabajo de hatha yoga y sobre todo hacernos reflexionar sobre la enseñanza del mismo.
El movimiento es un aprendizaje, es un proceso dinámico que repercute en la persona en todas sus dimensiones. Dentro del marco del hatha yoga el primer paso en este aprendizaje es la propiocepción. La propiocepción viene a ser la lectura consciente de la posición de las articulaciones del cuerpo en el espacio. Es lo que llamamos conciencia corporal, y está tiene que ver con la sensibilidad y la riqueza sensorial.
En el transcurso de la vida, las tensiones y traumas van creando patrones corporales fijos que distorsionan la propiocepción y la imagen corporal propia. Estos patrones fijos comprimen las articulaciones y favorecen la rigidez, cuya consecuencia son alteraciones en las mismas. La cuestión como profesores al trabajar con el cuerpo, es idear formar de educar en la propiocepción. ¿Cómo trasmitimos la enseñanza de âsana que trascienda la imitación y se convierta en una exploración y experiencia interna? Transmitir con claridad los apoyos, las fuerzas, las direcciones, los pesos, para que el alumno tenga puntos de referencia y desarrolle un lenguaje interno, un sistema de retroalimentación, donde lo importante es el proceso de ejecución del ejercicio más que el resultado final. Recordar que siempre nos movemos según patrones que están por decirlo de alguna manera, archivados en el cerebro.
En las sesiones de yoga el alumno tiende a imitar al profesor, y este intento sirve para que el alumno reconozca sus limites. Pero lo interesante, lo terapéutico, es el aprendizaje interno, un diálogo entre las sensaciones y la estructura corporal. No solo reconocer los limites sino aceptarlos, y en este caso dar el mensaje claro y esperanzador de que los limites son el mejor “material” de trabajo, la oportunidad de indagar y avanzar no solo en el aspecto funcional sino en los demás aspectos de la persona.
Realizar âsana desde la aceptación hace que el movimiento se convierta en una experiencia de crecimiento y desarrollo del potencial de nuestros alumnos y por ende un mayor control y mejor uso del cuerpo. Esto es lo que necesitan nuestras articulaciones: moverse sin compresiones en todos sus ejes de movimiento, y ser armónicas en el conjunto corporal. El trabajo del profesor es crear medios externos para desarrollar recursos internos en nuestros alumnos, que no se limiten a imitar lo que hacemos.
¿Cómo puedo enfocar mis clases para motivar la auto indagación, para crear un espacio en el que los alumnos aprendan desde dentro, aprendan a aceptarse y a moverse atendiendo a sus sensaciones? ¿Cómo dar más importancia al proceso que a los resultados?
Hay otro aspecto que hay que tener en cuenta y es la imagen que tengo de mi mismo y su expresión en el cuerpo. Este es el aspecto psicomotor. La imagen de uno mismo es un esquema a nivel cortical que incluye las vivencias, las emociones, las relaciones con el medio y los demás, creándose una personalidad, y una manera de sentir el cuerpo. Este esquema constituye con el tiempo una distorsión en el diálogo psique-cuerpo. Una hábito de percepción y una distorsión de la visión respecto a la realidad de uno mismo. Teniendo en cuenta lo dicho, que las posturas responden a imágenes, las indicaciones que damos en las clases no pueden basarse en informaciones externas, sino en indicaciones con las que el alumno construya modelos para elaborar el movimiento desde un aprendizaje sensoromotor.
Como profesores hemos de comprobar cómo han traducido nuestras indicaciones, y crear medios para que haya una correcta traducción. Indicaciones que se traduzcan en imágenes, en sensaciones, en conexiones con zonas corporales, con músculos concretos, con articulaciones, donde el proceso de âsana sea un espacio de reconocimiento del cuerpo, y una experiencia de integración, que facilite al alumno la experiencia de unidad cuerpo-respiración-psique.
Esto ayuda enormemente a cambiar la imagen que uno tiene de si mismo, y se hace posible cuando tenemos presente que el motivo del ejercicio no reside en su resultado o ejecución sino en el mismo proceso, proceso que uno debe explorar desde las percepciones internas y la posibilidad de cambio, es decir, el control de inhibir los automatismos. Es importantísimo este espacio donde puedo cambiar, ejecutar de otra manera el ejercicio, como fruto del aprendizaje de nuevas vías de comunicación psico motoras. Nuevas formas de hacer y usar el cuerpo conlleva menos tensión y más conciencia corporal.
Justamente es esto lo que posibilita la recuperación de los problemas articulares, trabajar âsana como una experiencia propia guiada por un diálogo sensorial y respiratorio, respetando los propios limites físicos. Desde este espacio de esfuerzo relajado, de sensibilidad, donde el alumno se reconoce, se refleja a si mismo más real, y permite que los patrones inconscientes y somatizados se desactiven, se liberará el conjunto neuro muscular, con lo que aumenta la vitalidad, los recursos propios de recuperación y por tanto la mejora de la salud.
Creo que hacia este espacio es donde debe estar enfocado las clases de yoga, para ayudar a los alumnos con problemas físicos, y creo que este es el enfoque y la raíz de lo que llamamos yoga terapéutico.
Víctor Morera