
Por Víctor Morera
Yogaterapeuta, fundador de Pranamanasyoga.
Redes sociales, inteligencia artificial, libros, revistas… todo este despliegue informativo nos sumerge en una confusión sutil pero profunda entre información y comprensión. Esta confusión se vuelve especialmente evidente cuando trabajo con profesores de yoga, donde buena parte de mi labor consiste en hacer de espejo y señalar aquellos aspectos en los que la información se ha transformado en imitación, reteniendo únicamente lo que acomoda al estudiante según sus creencias y gustos personales.
Tomar conciencia de esto y salir de la mirada emocional del yoga es un primer paso para activar el interés hacia un estudio que verdaderamente genere conocimiento. En mi experiencia, la información que realmente sirve a una persona es aquella que tiene las condiciones para poner en práctica con actitud exploratoria, en contacto con sus sensaciones y los efectos que produce. De lo contrario, se genera ruido que habitualmente deriva en tensión.
La primera actitud en las sesiones de yogaterapia es desarrollar la sensibilidad para escuchar sin juicios. Cuando las personas se sienten escuchadas y no juzgadas, se produce una cualidad profundamente sanadora en la relación. Escuchar permite a las personas escucharse a sí mismas de manera diferente. No juzgar e intentar percibir detrás de las palabras e historias personales los arquetipos universales de la humanidad, nos ayuda a adquirir una conciencia más transpersonal e integradora, a la vez que podemos percibir las fuerzas o condicionamientos que están activos en el conflicto.
Todos, cuando empezamos, nos sentimos más o menos inseguros, lo que suele manifestarse por una necesidad compulsiva de «hacer algo», de demostrar conocimiento, de tener respuesta para todo. Esta actitud nos ciega ante lo que realmente necesita la persona. El «tienes que hacer» dicho con cierta proyección o seriedad suele ser consecuencia de esta inseguridad, y puede interrumpir o ralentizar el proceso de autosanación. Muchas veces lleva al abandono de las prácticas o de las sesiones.
El abandono de la práctica, junto con el olvido de la intención es muy común, incluso en personas que experimentan beneficios evidentes. Hay múltiples factores que pueden influir: relaciones emocionales complejas, situaciones familiares, falta de energía, influencia anímica por inflamación intestinal, efectos de medicación, impacto electromagnético, la pérdida de sentido… Reconociendo este fenómeno tan frecuente, aplico ciertas estrategias como animar a retomar aficiones que nutran, enseñar sesiones de cinco minutos para repetir en diferentes momentos del día, o el uso de pensamientos semilla acompañados de conciencia respiratoria. Enfatizo especialmente la importancia de practicar al despertarse y antes de irse a dormir.
Lo que aprende un yogaterapeuta para personalizar prácticas es conocer la función de cada técnica más allá de su forma externa, para poder sugerir pautas para dirigir la atención en las diferentes técnicas con la finalidad de incrementar la autoexploración. Desarrollar la propiocepción y la interocepción es ampliar el contacto amoroso con uno mismo. Que el estudiante tenga la experiencia, a través de las instrucciones, de que va descubriendo y adquiriendo autonomía en su exploración y práctica. Esto último es fundamental para disminuir la atención a las formas externas e incrementar la atención focalizada en las sensaciones internas.
Hay algo hermoso en este trabajo que trasciende la mera aplicación de técnicas: es el arte de facilitar que cada persona encuentre su propio camino de regreso a sí misma, honrando la sabiduría innata del cuerpo y la mente para encontrar su equilibrio natural.