En la publicación anterior hablamos del sûtra 3 del cuarto capítulo, haciendo referencia al proceso de transformación de nuestros alumnos en yogaterapia y evidenciando cómo catalizador la práctica que les proponemos.
Esta vez tratamos el sûtra siguiente, que expone cómo esa transformación necesita de una conexión amorosa.
nirmāṇācittānyasmitāmātrāt
nirmāṇa cittāni
Nirmana Citta es la mente que está en un proceso de transformación. Es la mente del alumno, y hemos dicho que para que se dé una transformación tiene que haber una mente que le guíe, como la del profesor. Pero también podría ser nuestra mente como practicantes de yoga, y nuestra búsqueda de cambio hacía una mente más equilibrada.
Asmitā mātrāt
Patañjali para asmitā no se refiere al Klesha del ego, para el que usa la misma palabra en el segundo capítulo. Aquí se refiere a un sentido de identidad mucho más profundo, el del Ser. Aquí significa que la transformación es posible “solo (mātrāt) a través de una conexión muy íntima”, que entra en contacto con ese sentido de identidad, entendido como el corazón de la persona.
Así que este sûtra nos dice que la transformación de la mente de nuestro alumno es posible solo cuando se da una relación muy íntima de corazón a corazón.
El maestro TKV Desikachar -que definía el yoga como relación- consideraba que en la relación profesor-alumno hay habitualmente cuatro etapas:
- Yo estoy en frente del alumno y en la relación al principio hay una cierta distancia. Nos observamos: hay una conexión prevalentemente mental. No se ha establecido aún un vínculo.
- El paso siguiente lo tiene que hacer el profesor, el profesor tiene que abrir el corazón para que el alumno pueda comprometerse en el camino. Y esto hará que el alumno comience a quitarse su coraza de resistencias.
- En este momento ambos están abiertos y se genera la relación de corazón a corazón de la que habla el sutra.
- Se pasa a la independencia del alumno, que consigue la fuerza y la solidez para seguir su camino.
Así que el primer paso, ese que va de la mente al corazón, lo tiene que hacer el profesor. Y no nos referimos a gestos físicos o a una familiaridad que podría ser mal entendida, sino a la capacidad de transmitir seguridad y confianza a nuestro alumno. Él, en muchos casos, antes de llegar a nosotros, habrá recorrido un largo camino de terapeutas de la salud teniendo mejorías quizá insuficientes, y posiblemente nos mirará desde su inseguridad y desconocimiento del poder del yoga en ayudarle.
Una segunda lectura -ya que la palabra cittani es plural- podría indicar que el alumno en su camino pasa por diferentes niveles de transformación. Como si hubiese una mente más elevada, más cercana al corazón que le sostiene para que se implique de mejor forma en el proceso. O podrían ser también las diversas prácticas que le proponemos y que experimenta en el proceso.
El catalizador, en cualquier caso, es siempre que ambos, alumno y maestro, se abran y trabajen de corazón a corazón.
