Por Dorota Gorczakowska
¿Qué lugar ocupa el yoga entre las propuestas enfocadas al cuidado de la salud en diferentes partes del mundo?¿Es considerado con el mismo respeto en España, donde fue incluido en la lista negra de las pseudoterapias elaborada por el Ministerio de Sanidad, que en la India donde sigue presente como una herramienta más de la medicina tradicional?¿O en EEUU, contemplado dentro del marco de la medicina integrativa apoyada por los organismos gubernamentales?
No son pocas las personas que acuden al yoga por recomendación del médico u otro profesional sanitario, sin embargo su estatus entre las propuestas que acompañan el cuidado de la salud no está del todo definido y varía en diferentes partes del mundo. Repasemos estos tres ejemplos, bien distintos, de la relación del yoga con los sistemas sanitarios oficiales.
Empecemos por la India, de donde es originario, y donde el gobierno hizo una apuesta fuerte por promocionar el yoga como una “garantía de salud a bajo coste”, según las palabras de primer ministro Narendra Modi, consolidando en el año 2014 el Ministerio de terapias naturales AYUSH (Ayurveda, Yoga y Naturopatía, Unani, Siddha y Homeopatía). Los inicios de esta institución remontan a los años 50 del siglo pasado, cuando se emprendieron una serie de planes de desarrollo de los sistemas médicos tradicionales.
Este ascenso del yoga a un rango político incluso traspasó las fronteras de su pais cuna. Durante su primer discurso en Naciones Unidas en septiembre del 2014, Modi hizo un llamamiento a la creación de un día internacional del yoga y recalcó que “el yoga no debería ser solo un ejercicio, sino un medio para conectar con el mundo y la naturaleza”, y que además podría ayudar en la lucha contra el cambio climático.
Primer Ministro de India Narendra Modi celebrando el Día del Yoga en 2019 (imagen extraída de India Today)
Entre las diferentes misiones que se propone AYUSH, está la de crear protocolos universales para la aplicación de yoga. Por ejemplo, el COVID ha dejado como fruto una serie de guías clínicas con pautas de prácticas y hábitos sanos que podrían ser de ayuda en las circunstancias de la pandemia, de manejo nada fácil en un país de las características de la India. Si os interesa, podéis echar un vistazo a estas publicaciones siguiendo este enlace.
Obviamente podemos imaginarnos que el interés político por el yoga no surge solo de la preocupación por el bienestar de la población. Al mismo tiempo de la creación de AYUSH, el gobierno ha dado algunos pasos para expandir su presencia en el mercado global de medicina alternativa, y con el pretexto de mejorar la regulación sobre los medicamentos tradicionales, mantener la industria bajo su control. Sean cuales sean sus intenciones, es interesante seguir las acciones que se están emprendiendo para promocionar la salud de forma masiva a través del yoga.
Mientras tanto, en España… sin duda, el reconocimiento del yoga dentro del ámbito sanitario es menos claro. Es cierto que de vez en cuando celebramos las noticias sobre su presencia en las instituciones oficiales, como por ejemplo el reciente anunciado del Hospital de la Vall d’Hebron de Barcelona de ofrecer el yoga como terapia complementaria dirigida a las personas en proceso oncológico. Sin embargo aún recordamos como en el año 2018 el Ministerio de Sanidad publicó su Plan para la Protección de la Salud frente a las Pseudoterapias en el cual, en la lista de 139 terapias o prácticas terapéuticas sin beneficios demostrados científicamente, conocidas como “terapias alternativas” se encontraba también el yoga. Por suerte, después de revisar la evidencia existente, el yoga fue retirado de esta lista y su estatus fue afianzado con la publicación del informe técnico “Eficacia y seguridad del yoga en condiciones clínicas seleccionadas”. Las “condiciones clínicas” a las que se refiere el título y para las que se ha podido demostrar alguna evidencia son cáncer de mama, asma, ictus, demencia, esclerosis múltiple o EPOC. El resumen de esta publicación apunta a la escasez de estudios para “ofrecer conclusiones fiables sobre la eficacia y seguridad del uso del yoga como intervención terapéutica o rehabilitadora en las condiciones clínicas evaluadas”. La verdad es que aún queda camino por recorrer en el cual nosotros, los yoga terapeutas o instructores de yoga, también podemos tener un protagonismo importante aportando rigor y profesionalidad a la herramienta que tenemos entre las manos.
Como ejemplo del avance en esta dirección podríamos comentar finalmente el estatus del yoga en la literatura científica anglosajona, donde se considera como una de las técnicas llamadas “intervenciones cuerpo-mente” y se incluye dentro de la categoría de la medicina complementaria y alternativa (MCA), llamada también medicina integrativa. Este término, Mind-Body Interventions o Mind-Body Training fue introducido en el año 2000 por el Centro Nacional de Salud Complementaria e Integral (NCCIH), organismo gubernamental dependiente de NIH – Institutos Nacionales de Salud) con la intención de promover la evaluación científica de la seguridad y utilidad de las prácticas que se centran en la interacción entre el cerebro, el cuerpo y la conducta. El hecho de que se hable de una terapia “complementaria”, hace hincapié en la no discriminación de otros abordajes terapéuticos, los que se consideran estándar, y que pueden ser aplicados conjuntamente con una propuesta «menos científica».
Y seguramente este sería un gran logro, que las dos corrientes, la ciencia y la experiencia, se conozcan, se reconozcan y que cada vez quede más claro, tanto a los pacientes como a los profesionales, cuál es el momento idóneo para intervenir con una terapia u otra.