Por Grazia Suffriti
Según una imagen de la tradición (Katha Upanishad), el ser humano se podría representar como un carruaje: los caballos serían las emociones, el cochero la mente, el coche nuestro cuerpo y el amo nuestra verdadera esencia.
Siguiendo esta imagen metáfórica, podemos ver las emociones como una parte importante del viaje que realizamos durante nuestra vida, pero sin perder de vista que quien sabe realmente cual es nuestro meta, es el «amo» interior. Y que las acciones que se originan desde ese lugar son las más adecuada para nuestra vida.
Desde el punto de vista del yoga las emociones se consideran actividad del corazón, así como los pensamientos lo son de la mente; debido a la impermanencia de ambos, nuestro objetivo es reducir la intensidad de las emociones y la velocidad del pensamiento para dejar espacio a esa voz interior inmutable, fuente de sabiduría y de ecuanimidad (purusha).
Podríamos dividir las emociones en dos grandes grupos, según la sensación que nos transmiten:
Sukham
Una sensación positiva y funcional al crecimiento interior, cuyas cualidades son pensamientos positivos, funciones fisiológicas equilibradas y respiración profunda y regular.
Duhkham
Una sensación negativa de restricción en el espacio del tórax, marcada por una actitud mental negativa, cierta tensión y rigidez a nivel físico y una respiración alterada.
Según la tradición del yoga las causas de esta última experiencia vital (duhkham) vienen en primer lugar de la dificultad en reconocer nuestro verdadero Ser (el amo del carruaje).
Patanjali nos dice que la incapacidad de reconocer quienes somos (avidya) genera una imagen de nosotros hecha de etiquetas exteriores con las que nos identificamos; este falso yo (asmita) va separando las experiencias vitales en algo para perseguir (raga) o para rechazar (dvesa) y eso genera una profunda inseguridad interior (abhinivesha) que se manifiesta en el sufrimiento que denominamos duhkam.
La dificultad interna en aceptar los cambios en nuestra vida, apegándonos a las seguridades que nuestro ego nos ha construido, y al mismo tiempo las continuas expectativas de cara a nuestros deseos, contribuyen a crear una rueda de malestares. Nuestro espacio interior está lleno de un pasado que no queremos dejar y de un futuro que queremos diferente y nos impide la vivencia del momento presente que es lo único que realmente tenemos.
Otra de las causas de dukham está en la predominancia de rajas, esa cualidad que a nivel emocional se expresa con emociones marcadas por una fuerte energía de expansión y agitación mental, o de tamas, la cualidad opuesta, marcada por la confusión y el estancamiento. El objetivo del yoga es llevarnos a encontrar la tercera cualidad, sattva, la claridad y el equilibrio, ya que sólo a través de una mente clara y unas emociones equilibradas podremos ver la realidad tal como se nos manifiesta y actuar de la manera más oportuna y beneficiosa. El yoga, ayudándonos a reconocer “dónde estamos” en cuerpo, respiración y mente nos permite abrirnos a la transformación.
En el camino del yoga tenemos muchas herramientas para cuidar nuestro mundo emocional y conseguir el estado de sukham:
Asana
Las posturas de yoga pueden ayudarnos a cultivar la energía que necesitamos en el momento en el que las emociones se apoderan de nosotros. Si vivimos una experiencia emocional donde rajas predomina (rabia, agresividad, ansiedad, celos, envidia…), practicar posturas tumbados, ampliando la espiración, introduciendo pequeñas retenciones en vacío, estimulando la región del vientre (apana), visualizando la luna y su cualidad calmante pueden equilibrar esa alteración interna lo suficiente como para luego actuar desde una mayor calma interior. Al contrario, si tamas nos invade (generando miedo, tristeza, inseguridad, depresión…), sería oportuno practicar posturas de pie, activando la inspiración, abriendo el pecho (prana) y a lo mejor visualizando el sol y su poder activador y estimulante de nuestra fuerza interior.
La práctica constante de asanas, nos dice Patanjali, nos ayuda a encontrar el equilibrio de los opuestos dentro de nosotros, haciendo que ese péndulo emocional tenga cada vez un recorrido más reducido hasta mantenernos lo más cerca al centro.
Respiración (pranayama)
La respiración es el índice más claro de nuestro estado interno ya que el diafragma es el primer músculo que se bloquea a consecuencia de nuestra vivencia emocional. Aprender durante los asanas una respiración lenta, profunda y regular, crea condiciones para que, en los momentos de necesidad, la podamos utilizar como herramienta para la búsqueda del equilibrio. Soltar el aire es también soltar una energía que no queremos invada nuestro espacio interior. Coger aire es también alimentarnos de la fuerza interior que necesitamos.
Visualización (dharana)
La capacidad de la mente de crear imágenes tiene un poder extraordinario sobre nuestro sistema psico-físico. Ampliar la visión que tenemos de nuestra experiencia utilizando imágenes que expandan la conciencia, como imágenes de la naturaleza, o simplemente recordar momentos de paz y armonía, puede modificar la energía interna hacia donde necesitamos, creando las condiciones para observar la vivencia desde la justa perspectiva, antes que actuar bajo el impulso de la emoción.
Meditación (dhyana)
A menudo durante la meditación experimentamos emociones recurrentes. Observar en qué parte del cuerpo retenemos la tensión emocional y llevar allí nuestra respiración liberándola nos ayudará quizá a ir descubriendo algún sentimiento más profundo o algún patrón que está en la raíz de esa emoción. Aceptarlo con ternura, escuchar su mensaje, colocarnos en un lugar lejano como observadores poco a poco nos puede ayudar a descubrir ese fondo neutro, de quietud, desde donde se tiene que originar la acción.
Yama
son las actitudes que Patanjali nos sugiere hacia nuestro entorno, reconociendo la extraordinaria importancia de nuestra vida de relación como primer paso para seguir el camino del yoga. Cultivar la compasión (ahimsa), la honestidad (satya), la generosidad (asteya), la moderación en las acciones (brahamacharya) y aprender a tener lo correcto (aparigraha) en nuestra vida diaria, es sembrar semillas positivas en nuestro jardín interior, limitando el crecimiento de esas emociones perturbadoras (kleshas) que nos impiden ver quién realmente somos.
Niyama
Son las actitudes de cara a uno mismo que abonan las semillas que hemos plantado. Cultivar la pureza (saucha) en la mente, en el corazón y en el cuerpo se puede hacer por muchos caminos, desde una correcta alimentación hasta recuperando el contacto con la naturaleza, escuchar música que aporte bienestar o buscar la compañía de personas positivas. Cultivar el contentamiento (santosha) viviendo el momento presente, cultivar el entusiasmo (tapas) hacia el camino del yoga y su práctica. Cultivar la consciencia (svadhyaya) en cada gesto reconociendo hábitos, prejuicios y patrones negativos. Y finalmente ser conscientes de que no somos los únicos autores de nuestras vidas (isvara pranidhana), y que lo más sabio es hacer siempre lo mejor que podamos sin apegarnos al resultado de nuestra acción.
Es evidente que no se trata de un camino sin obstáculos, precisamente porque nuestra naturaleza profunda como seres humanos, junto a las experiencias que hemos vivido, deja en nuestra memoria una sensación-emoción dominante que se manifiesta a través de patrones de comportamientos repetitivos inconscientes.
Como si fuéramos una planta donde la semilla (svabhava) es nuestra naturaleza, la emoción debida a la experiencia vivida es la planta (vasana), y cada vez que actuamos siguiendo esos patrones inconscientes del pasado hacemos que esa planta crezca y llegue a ser un árbol (samskara). Esto es lo que hace que podamos sentir viva una emoción que nos marcó, después de meses o años, sin importar el lugar o el tiempo que haya pasado.
Patanjali nos dice que quitar esa planta desde la raíz va a ser muy difícil, y sugiere que lo más sabio sea sustituir poco a poco patrones negativos con otros más saludables, llenando nuestro jardín interior de mucha variedad de plantas. Como si nos ayudara a soltar y disolver el pasado dándonos internamente la libertad de ser nuevos y únicos en cada momento.
No se trata entonces de intentar eliminar lo que sentimos o de reprimir la emoción, sino de hacernos conscientes de lo que estamos sintiendo, escuchar el mensaje que está detrás de esa vivencia y actuar desde un lugar más sabio y ecuánime, que es nuestro verdadero Ser.
La propuesta es que a través de los ocho pasos del karma yoga, que en parte hemos descrito arriba, nuestra vida llegue a ser más plena y armoniosa, ya que los caballos de nuestro carruaje, bien alimentados y conducidos por un cochero que sabe escuchar las indicaciones del amo, nos llevaran sin dificultad por el camino de nuestra vida