Con este artículo me gustaría inaugurar el ciclo de publicaciones con una selección de los Yogasûtra de Patañjali que considero de lo más interesantes por su aportación a la comprensión de la relación que se establece en yogaterapia, y los cuales, por escasez de tiempo, pocas veces llegamos a abordar en la formación de Pranamanas. Se trata de sutras muy bellos, extraídos del tercer y cuarto capítulo de los Yogasûtra, que son precisamente los capítulos menos conocidos y estudiados en las diferentes formaciones de profesores, a pesar de ser extremadamente interesantes si les dedicamos una lectura amplia y actualizada. De hecho, estoy segura que nos van a sorprender por su actualidad y su estrecha relación con la psicología occidental.
Empezaré por el sutra III.19:
pratyayasya paracittajñānam
Pratyayasya – de la mente profunda (subconsciente)
(samyamat – a través del samyama o sea una investigación profunda, meditativa)
Para citta – la mente de otro
Jñanam – comprender, conocer
El Sutra en esencia quiere decir que cuando hago una profunda observación de mi propia mente, consigo conocer la mente de otra persona.
Suena a magia, pero en realidad es un sutra muy práctico porque nos dice que mucho de lo que percibimos en nuestros alumnos en las sesiones de yogaterapia se basa en las proyecciones de nuestra mente.
Recordemos la idea que tiene el yoga de la percepción de la realidad. El yoga dice que lo que percibe nuestra mente se basa los siguientes elementos: por un lado, los traumas (vasana) y los consecuentes patrones o condicionamientos (samskara) que hemos construido a través de los recuerdos (smrti), y por el otro la imaginación (vikalpa), que sería lo que interpretamos de esas experiencias antiguas. Ambos son parte de la mente subconsciente que Patañjali define como pratyaya.
Cuando estamos con un alumno por primera vez, lo que vemos a menudo es lo que nuestra mente proyecta sobre él debido a nuestras propias experiencias vitales, recuerdos, interpretaciones y fantasías. De alguna manera Patañjali, avisándonos que lo que creemos realidad es solo una visión subjetiva, nos sugiere investigar, comprender nuestros propios condicionamientos para que su influencia, al reducirse, nos permita ver al otro sin tantas proyecciones ni filtros.
Una segunda lectura puede ser que, al conocer nuestros patrones subjetivos, podemos ser más empáticos con los patrones de los demás, porque somos capaces de reconocerlos también en ellos. A veces empezando preguntándonos por cosas muy sencillas: “¿por qué aprieto las mandíbulas?, ¿por qué agacho la cabeza?, ¿por qué me dan miedo ciertas cosa?».
La sugerencia entonces para los yogaterapeutas sería mantener una constante autobservación de cuánto nuestra propia historia personal influye en nuestra visión del paciente y cuánto nos impide acceder a la comprensión amorosa que llamamos empatía, tan importante en la relación terapéutica.
No podemos desarrollar empatía sin haber pasado por la autobservación atenta, amorosa, desapegada y sin juicio de nuestras experiencias y cómo estas han condicionado nuestros patrones de conducta.
La última sugerencia me la enseñó Víctor y es muy práctica: observa como reacciona tu propia respiración cuando escuchas a tu alumno. Si la respiración se altera, es que ha aparecido algo que es tuyo, personal, que ha sido activado por sus palabras.