Por Víctor Morera
Hace unos días hojeando revistas y libros de yoga, me puse a pensar lo poco que se parecen las personas que aparecen en esas revistas a las que acuden a las sesiones de yoga terapéutico.
Acudió la semana pasada a consulta un hombre de 48 años, cocinero de profesión, con algunos kilos de más, con una tripa considerable y pelvis que no sabía mover.
El trabajo en cocina es un trabajo en el que se pasan muchas horas de pie, con cierto nivel de estrés. En su caso, le afectaba la zona alta de la espalda y el cuello. Expresaba su deseo de cambiar su vida, porque según sus palabras “estoy perdiendo a mis hijos, que apenas veo”.
Al proponerle una práctica de yoga, me contestó que eso no era para él, que apenas tiene flexibilidad, que una vez lo intentó, acudiendo a las clases de yoga que impartían en el polideportivo de su pueblo, pero que no podía hacer casi ninguna postura y que finalizaba peor. Le expliqué que esta vez el yoga se adaptaría a él y no a la inversa. Que le enseñaría a tomar conciencia de sus posturas, de sus tensiones y actitudes, para que la práctica que le propusiera estuviera enfocada en sus necesidades dentro de sus posibilidades actuales.
Cuando se fue, me hice algunas preguntas que me atrevo a exponer y que conectan con la impresión que tuve al leer algunas publicaciones de yoga.
¿Dónde están las imágenes y artículos que animen a empezar a hacer yoga a las personas en la década de los 50, con tensión articular, con una caja torácica rígida, con músculos débiles, con escasa conciencia corporal y poca estabilidad?
¿Dónde están las imágenes y escritos que muestren el gesto del corazón, la fortaleza de la mente que se pueden conseguir a través del yoga, a personas con dificultades, con problemas físicos, con enfermedades crónicas, con dolor y que les haga ver cómo que les puede ayudar la práctica del yoga, cuando esa práctica está pensada y adaptada a su estado?
En mi opinión, cuando hablamos de yoga es una equivocación poner tanto énfasis en el músculo, en la fascia, en los estiramientos, en todo lo físico, olvidándonos de las herramientas más sutiles, como el sonido, los gestos con las manos, los pensamientos semilla, la respiración y la visualización. Herramientas que se deben adaptar a cada persona, y que suponen un medio cuya finalidad es el conocimiento interior que genera cambios saludables.
La práctica de yoga tiene que ser significativa para cada uno, un medio adaptado a la personalidad y características personales y a sus procesos vitales.
Es responsabilidad de todos los que practicamos, enseñamos y divulgamos el yoga, no poner solamente imágenes de personas jóvenes, haciendo posturas estupendas con una ropa muy mona, que a mi entender alimentan lo que Ken Wilber ha llamado “cuerpismo”. Creo que hay que poner también imágenes de personas de todas las edades, con sus achaques y cicatrices, con sus limitaciones y torpezas y decirles que el yoga es para ellas. Que el yoga es para ayudarles a que sus vidas tengan sentido, que les ayude y les dé el coraje para cambiar hábitos, para que estén más conectados con su cuerpo, sus necesidades profundas y con su alma.